Jean Luc Ayoun
MARIA
22 enero 2005
Soy María,
Reina de los cielos y de la Tierra. Os amo mis niños. Quisiera ahora, hoy, en
este momento, hablaros de la noción de sacrificio, la noción de amor, la noción
de sexualidad. Efectivamente el mensaje de la Fuente ha sido transformado de
manera consciente, de manera deliberada, por las fuerzas que se oponen al
desvelamiento de la verdadera luz auténtica, de la luz del Regente de Orión.
Estas fuerzas han falsificado, deformado las cosas magníficas y extraordinarias
que han sido transmitidas por los Hayoth Ha Kodesh a Moisés. Esta falsificación
ha desviado al hombre de las esferas más sagradas. Estas esferas sagradas
efectivamente, tienen por nombre “sacrificio” en el sentido más noble. La vida
es sacrificio. La sexualidad, cualquiera que sea el placer, es un sacrificio y
una iniciación. El sacrificio de uno mismo, la entrega de uno al amor a través
de la sexualidad permite tocar, palpar, sentir esta unidad con la Fuente a
través de la entrega de sí mismo, a través del sacrificio de sí, a través del
amor del otro, se da uno a sí mismo, se entrega, se abandona el ego, su
personalidad. Esta noción de sacrificio sublime, de la donación de la vida, de
la donación del amor es algo que ha sido menospreciado, pervertido, cortado
para la humanidad Terrestre a partir de ese periodo.
Mis niños,
estád seguros que no hay en la sexualidad ninguna distorsión, ningún error, que
es el acto más sublime de la entrega de sí al amor, a la vida. En los otros
espacios y en otras dimensiones, la noción de sexualidad no existe, no hay el
filtro del cuerpo, pero no obstante es parecido a la sexualidad. A partir del
momento en que hay entrega de sí, hay intercambio, hay comunicación, hay
relación. Y la vida es relación, coherencia, coordinación. La sexualidad no es
nada más que esto: tomar, dar, intercambiar, pero ante todo relación. Ahora, la
vida en su característica más esencial, es un intercambio. Mirad mis niños, los
Agni Deva. Mirad las jerarquías angélicas, mirad los Hayoth Ha Kodesh, mirad el
ballet de los Cielos, es lo mismo en vuestras ruedas de vida, en todas las
ruedas de vida. Y estas ruedas de vida sólo piden una cosa: intercambiar, penetrar,
dar y recibir. Efectivamente, toda esta belleza, toda esta transmisión está,
desde hace 3 500 años falseada, desequilibrada. La particularidad del ser
humano en este planeta es cristalizar lo que piensa. Vosotros os convertís
realmente en lo que pensáis y el pensamiento falseado induce un funcionamiento
falso. La sexualidad es un acto sagrado, igual que con el Espíritu Santo, es
una comunión con la Fuente. Y esta comunión con la Fuente es un sacrificio, he
dicho bien sacrificio y no dolor. La forma de vivir el sacrificio puede a veces
ser llamada “dolor” pero este dolor es simplemente una torsión, una distorsión
entre vuestro pensamiento pasado y vuestra consciencia del presente. A partir
del momento en que aceptáis totalmente vuestros pensamientos pasados, se
integran en vosotros a la luz de vuestra consciencia nueva. A partir del
momento en que, en vosotros, no hay ningún juicio de vosotros mismos o del
otro, en ese momento, la relación nace en el sentido más noble, la relación es
amor, el amor es relación.
Relacionar,
relacionar las cosas, relacionar los seres, relacionar Dios, relacionar la
Fuente, relacionar las Fuentes, ese es el papel que debieran haber tenido los
hombres desde hace 3 500 años. Así
es como las jerarquías que podríais llamar “infernales” han desviado la pureza
de la información, la pureza del mensaje. Durante 47 000 años, el hombre ha
integrado, lo que llamáis el mundo emocional, el mundo astral, el mundo de la
disociación, de la exteriorización, de la comprensión, a través de la
exteriorización. Y hoy habéis olvidado, clausurado, la sacralización de la
relación. Toda relación es sagrada, toda relación es de esencia divina. Sólo el
amor permite la relación. La relación entre dos seres es como una relación
entre un planeta y su sol. Es un ballet, un ballet incesante pero a veces ese
ballet es falseado, necesita una intervención exterior, intervención de un
tercer factor que viene a corregir, a rectificar, aparentemente desde el
exterior, una trayectoria, una relación falseada. Este rol es debido desde
tiempos inmemoriales, desde hace 350 000 años, desde lo que llamáis los reinos
de los Gigantes, al Arcángel Miguel. Es él quien impulsa, es él quien
transforma, es él quien desata, es él el que va a quemar lo que debe ser
quemado con el fin de permitir instaurar la relación más armoniosa posible
entre dos seres, entre un planeta y su sol, entre una célula y su núcleo. La
vibración Micaélica es la vibración específica de este sistema solar que
permite a cada transición restaurar la relación. Estar en relación, es amar.
Estar en relación puede concebirse en el interior como en el exterior. Estar en
relación es ser uno mismo y no se puede estar en relación si no se es uno
mismo. La relación falseada por la mente, la relación pervertida por el juicio,
no es una relación, no es una comunicación y se convierte en un enfrentamiento,
una competición, una fuente de tensión. Mis niños, yo
soy María y
yo os amo.
Original en
Francés: www.autresdimensions.info
Traducción:
Susana Milan