Jean Luc Ayoun
MARIA
28 de marzo 2005
Os
amo y os bendigo. Yo soy María, Reina de la Tierra y de los Cielos. Queridos
hijos, hay en vosotros una parcela de divinidad que sólo pide salir y
manifestarse. Sólo hay obstáculos puestos por vosotros mismos, a esta
manifestación, en función de vuestras diferentes encarnaciones. Mi hijo amado
os ha prometido a través del sacrificio de su encarnación, a través de su
presencia en vuestro planeta, a través de su sangre derramada, la posibilidad
de redimir instantáneamente, gracias a la ley del amor, todos los karmas, sean
los que sean. A título individual, en tanto que ser viviente en un planeta que
todavía no está sacralizado, no podéis escapar a lo que podríamos llamar una
acción/reacción colectiva. Pero no obstante, por el poder y la gracia de mi
divino hijo, os es posible a cada instante, entrar con total sinceridad y total
humildad en esta vía de acción de gracia, es decir de acción sin reacción, es
decir en una ley de amor, en una sincronicidad total entre vuestra vía
encarnada y el objetivo y la finalidad de vuestra encarnación.
Queridas
almas, cuando entréis en la dimensión de amor, cuando entréis en vuestro templo
interior, cuando aceptéis en vosotros, dejar hablar a vuestra femineidad, la
polaridad femenina de vuestro amor, en ese momento preciso, seréis capaces de
vivir en perfecta simpatía con los otros planos espirituales. Cuando entréis en
esta dimensión, cualesquiera que sean los obstáculos, no van a desaparecer como
por encantamiento, pero tendréis en vosotros mismos, la fuerza de afrontarlos.
Tenéis la posibilidad de tener lo que vosotros llamáis “la fe que mueve
montañas”, de tener la certeza, la justeza de vuestros pensamientos.
Cualesquiera que sean los obstáculos exteriores, no existen ya, a causa de vuestra actitud
interior. Esta actitud interior es la ley más esencial de todos los mundos y de
todas las manifestaciones en los mundos vivientes, en los mundos encarnados y
en los mundos que no conocen vuestra forma de vida. Hay un plan, hay un proyecto,
hay una determinación total en cuanto al
sentido de la vida, en cuanto al sentido de la experiencia. Esta determinación,
este sentido tiene como único origen, como único lazo, como única finalidad,
como única fuente, la palabra Amor. Amor alcanzado ya por vosotros mismos, en
tanto que divinidad, mediante las angustias y los sufrimientos de la
encarnación, a fin de encontrar la liberación en la densidad de la
materia, no de la materia, sino la
liberación de vuestras almas y del amor que está en vosotros.
Por
medio de esta resistencia, a través de lo que vosotros llamáis “sufrimiento”, a
través de esta lucha aparente de vuestra alma, el amor se polariza hacia un
camino de salida de las profundidades, para llegar a la exteriorización de
vuestro amor auténtico. Porque es de ahí de donde venís, queridas almas, es ahí
donde esperáis encontraros. Hoy, esto es posible hace poco tiempo en este planeta, muy poco tiempo en relación
a vuestra escala de tiempo, aceptando
esta eventualidad en la escala colectiva de algunas vidas, os es posible total
y libremente, abrir las puertas al amor incondicional que es la esencia misma
de vuestra alma, manifestar la unidad en vuestra vida encarnada en la dualidad.
Queridas
almas, tenéis todos los potenciales, todas las cualidades que permiten abrir en
vosotros este amor, cualesquiera que sean las circunstancias de vuestras vidas,
cualesquiera que sean las circunstancias de vuestros desafíos, de vuestras
experiencias y manifestar en este mundo dual vuestra unidad esencial de alma y
de espíritu. Sólo vosotros podéis aceptar queridas almas que, mi presencia que
mi energía abra en vosotros las puertas más sutiles, las más esenciales de
vuestra experiencia de encarnación, a fin de dejar entrever la unidad de
vuestra alma, a fin de suprimir toda resistencia y de entrar en resonancia
perfecta entre lo que vosotros sois y lo que manifestáis realmente en este
mundo. Es importante para esto no juzgar, ni a vosotros mismos, ni al exterior
de vosotros mismos, sino simplemente aceptar estar en ese estado que yo podría
llamar de gracia, de compasión y con cualquier otro término que os guste pero
en que la única palabra auténtica es amor. Amor hacia todo lo que se presente
ante vosotros porque cuando aceptáis el camino de resonancia, este camino que
lleva a la sincronicidad total de vuestra alma con el plano del universo y
fuera del universo, en encarnación y fuera de la encarnación, tenéis la
posibilidad queridas almas, de dejar derramarse a través de vosotros este amor
para vuestro bien y para el bien de toda parcela viviente, en todos los mundos
manifestados y no manifestados. Puedo llamaros mis hijos porque yo estoy más
allá de los dogmas en los que os han querido encerrar.
Yo
soy la Reina de los Cielos, yo soy la Reina de la Tierra, Reina de los Cielos y
de la Tierra, porque ese es mi destino en tanto que arquetipo femenino de esta
ley de amor, ilustrando con mayor amplitud ciertamente, el amor ideal de una
madre hacia su hijo, que le autoriza todo y no le prohíbe nada, a fin de que
experimente, a fin de que vaya hacia su destino, a fin de que sea él mismo, sin
llevar muletas. Que estas muletas se llamen padres, religión, se llamen ritual,
o tengan por nombre todo aquello que
está para sosteneros en vuestra marcha. En un momento dado de vuestra
evolución, queridas almas, debéis volveros hacia vuestro interior más esencial,
hacia la chispa que está en vosotros y que solo pide manifestarse,
exteriorizarse, expresarse para amar. A medida que esta Luz que es la vuestra,
se manifieste, entraréis cada vez más en ese fenómeno de resonancia, y en ese
fenómeno de sincronicidad, en que las cosas se hacen fáciles, incluso si son
aparentemente difíciles porque no hay más resistencias. No hay más en esta
óptica de sufrimiento posible, porque el sufrimiento, en este momento y
solamente en este momento, se confunde con la luz. No es algo que deba ser
buscado, este es uno de los grandes misterios.
En
un momento dado, cuando no comprendéis más, cuando os parece que es demasiado,
en ese momento os volvéis hacia vuestro interior. Y en ese preciso instante,
encontráis vuestra luz auténtica, la luz de vuestra alma y de vuestro espíritu.
En ese momento puede empezar a exteriorizarse, empezar a manifestarse e
irradiar un conjunto de fenómenos vivientes y transformar totalmente vuestra
vida. Queridas almas, las palabras son siempre las mismas, las actitudes del
espíritu son siempre las mismas. Vuestra época es una época bisagra, una etapa
importante en la historia de la humanidad, pero desde siempre el motor
principal de todas las dimensiones, de toda vida, incluso aquellas que estén en
la negación de este principio, tienen el mismo motor. Este motor es la ley de
atracción, la ley de amor, la ley de empatía. La ley que va a hacer comprender
que sólo hay un solo Dios, una sola Fuente, una sola finalidad, una sola luz,
una sola posibilidad de evolución, una sola dirección, cualesquiera que sean
las experiencias.
Queridas
almas, en este día bendito, yo os doy mi bendición, la dimensión de madre
compasiva, la dimensión de madre protectora, a fin de que activéis en vosotros
esa mirada interior, a fin de que decidáis totalmente tener confianza, entrar
en esa sincronicidad que sólo pide exteriorizarse en vosotros, que sólo pide
aparecer en vuestra vida de todos los días, a fin de hacer de vosotros los
seres llenos de amor, hacia vosotros mismos, hacia la creación, hacia toda
parcela de vida sobre este planeta. No olvidéis que la medida en que juzguéis,
seréis juzgados, no por un juego de venganza sino por vosotros mismos. Sólo
vosotros podéis juzgaros. No hay intervención de cualquier venganza ni
cualquier castigo, de cualquier retribución de vuestros actos, si no es por
vosotros mismos y sólo por vosotros mismos.
Los
velos que han sido puestos en las encarnaciones sucesivas son y han sido,
frenos cada vez más gruesos y cada vez más densos para bloquear la
exteriorización de vuestra luz auténtica. Y hoy, por la gracia de mi presencia,
por la gracia de la presencia sobre la Tierra del Arcángel Miguel, por la
presencia desde hace dos mil años de la energía de Santo Hijo, os es posible a
cada minuto, volveros hacia esa luz interior y dejar aparecer la Fuente que
está en vosotros para alcanzar la meta. Queridas almas, os amo, os aporto mi
bendición ahora a cada uno de vosotros. Yo libero en vosotros el poder de
vuestra propia alma, el poder de esta luz interior, el poder del “yo soy”.
Almas
divina por esencia, almas divinas por finalidad, almas de luz pura, auténticas
y verídicas, yo soy María, Reina de los Cielos y de la Tierra, os amo y os
bendigo.
Traducción: S.M.
Original en francés: www.autresdimensions.info