Jean Luc Ayoun
MARIA
14 mayo 2005
Mis hijas amadas, soy María Reina de
los Cielos y de la Tierra. Aprovecho la ocasión de me dais de venir a
saludaros, de venir junto a vosotras, para deslizar algunas palabras en
vuestras almas, algunas palabras que trabajaremos hacia más autenticidad, hacia
más luz en vosotras. Estad seguras todas, de mi indefectible amor de madre,
madre de la humanidad, madre de esta Tierra, y madre de los Cielos. Aprovecho
esta ocasión, de este alineamiento que me han facilitado los elementales de la
Tierra, que son también mis elementales para significaros mi amor indefectible,
permanente. En todas vosotras existe ese germen impermanente e indefectible del
amor, en el sentido más noble, en el sentido más elevado y en el sentido más
etéreo. Este amor que vosotras debéis encarnar, no únicamente a través de la
fecundidad sino a través de todos vuestros actos hacia esta madre Tierra que es
también vuestra hermana. Tenéis todavía en vosotras la parcela eterna de la
Tierra. Tenéis en vosotras la parcela eterna de la madre porque sois también
madre, no como la madre que facilita la encarnación de hijos en este planeta
sino como la portadora de esta energía de vida que hace de vosotras seres
únicos.
A cada una de vosotras, deseo deciros
que sois una parte de mí y yo soy una parte de vosotras, porque en vosotras
manifestado o no manifestado, presente o no presente por el momento, existe ese
germen, esa autenticidad que hace de mí lo que he llegado a ser, no lo que los
hombres han querido que sea, sino lo que era ya antes de mi nacimiento. Este
ideal femenino que cualquier ser humano busca y en particular que cada hombre
busca y que cada mujer posee en lo más profundo de sí y que ella deja más o
menos fácilmente manifestarse, pero que desafortunadamente, en gran número de
casos, muchas entidades femeninas disfrazan a través de la mascarada de la
encarnación. Vosotras tenéis ese germen que hace de vosotras lo que sois y que
os concierne dejar manifestarse, cualquiera que sea vuestra vida, cualquiera
que sea vuestro camino, cualquiera que sea vuestra filiación, o vuestra
generación, o vuestra descendencia. Os corresponde ya manifestar esa polaridad
femenina esencial de madre en relación a vuestra hermana la Tierra, antes de
cualquier otra cosa.
Sois las depositarias del bien más
precioso, que no es el poder de transmitir la vida, sino de ser el más fiel
reflejo y la más fiel encarnación de lo que se llama lo Divino, de lo que se
llama la Fuente. Vosotras sois, como entidad femenina biológica, a causa de
esta femineidad, las portadoras de la Fuente. Más que madres portadoras,
vosotros sois portadoras de la madre. En vosotras está ese incondicional
femenino, ese incondicional de amor eterno, más que incondicional, que debéis
dejar transparentar en vuestra encarnación. No hay edad para esto, no hay
tiempo para esto, porque estáis más allá del tiempo, señoras. En vosotras, mis
hermanas, saludo una parcela que conozco porque forma parte de mí, igual que yo
saludo esta parcela que reconozco porque forma parte de la Tierra. La Tierra es
Fuente, la Tierra debe transformarse en un planeta sagrado, es decir, en su
momento, llegar a ser la Fuente y por lo tanto el Sol de una nueva vida. Vosotras
tenéis esta polaridad, gracias a vuestro nacimiento, gracias a vuestro ser,
gracias a vuestra alma, sois y vais a llegar a ser, aquellas que nunca habéis
dejado de ser: las fuentes de vida. Sois las portadoras, no de hijos sino
portadoras de la Fuente. Esto es esencial que lo comprendáis, cualquiera que
sea vuestro camino, cualquiera que sea la suerte de vuestra vida, sean los que
sean los azares de vuestras fecundidades o no fecundidades, sean los que sean
los azares de vuestras filiaciones o no filiaciones.
Vosotras sois los modelos de un ideal
femenino es decir del ideal femenino de la Fuente que todo hombre busca y que
toda entidad busca, es decir aquella que nutre, aquella que da, la que impulsa,
la que está destinada a crear. Este es un acto muy diferente de la fecundidad,
de la procreación. Yo hablo de la creación auténtica, hablo de la verdadera
creación surgida de la Fuente, vosotros sois esto antes que cualquier otra cosa
y por eso yo saludo lo que sois. Doy las gracias también a todas esas entidades
que forman parte de la tercera dimensión, que forman parte de vuestra compañera
la Tierra, por haber permitido a través de su canal, que me manifieste a vosotros y revelaros a
vosotros mismos.
Y aquí, ahora, en este instante de
gracia y de comunión, os pido comunicar conmigo, abandonar todas las imágenes
que tenéis construidas, abandonar todos los roles que tenéis, para ser
exclusivamente vosotras mismas: las portadoras de la Fuente. Y por esto, os
pido cerrar los ojos mis queridas hermanas, mis queridas almas compañeras y
dejar que se infunda, que se revele, que se manifieste, que se derrame, que se
expanda esta Fuente eterna de vida y de luz. Os amo y os bendigo de igual forma
que acepto totalmente vuestra bendición, como madre, es decir como Fuente.
Original en Francés: www.autresdimensions.info
Traducción: Susana Milan.
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