Jean Luc Ayoun
MARIA
27 noviembre 2007
Yo soy María, Reina de los
Cielos y de la Tierra, mis bien amados hijos vengo a ustedes con el fin de
consolidar lo que ustedes son, con el fin de alumbrar la Luz que son de toda
eternidad. Esta Luz que ustedes han revestido de velos de la apariencia, de
velos de vuestra encarnación, de velos de vuestras vidas. No deben tener miedo
de nada puesto que ustedes son inmortales, son eternos, son de toda eternidad
los hijos bien amados del padre, los hijos bien amados de la Fuente y son
ustedes mismos una parcela de esta Fuente. De tan lejos como ustedes
peregrinan, de tan lejos como llegan a este instante presente, ha habido la
promesa de este regreso a la Unidad, la promesa del regreso a vuestra Divinidad
total, más allá de las experiencias de la encarnación, más allá de los campos
de la manifestación y de la creación en los cuales ustedes evolucionan. Esta
promesa está inscrita en lo más profundo de vuestro ser puesto que no puede
haber alejamiento de la Fuente sin regreso a la Fuente. En toda chispa de vida,
en toda alma encarnada, esta promesa está inscrita. Pero, de la misma forma el
planeta que los lleva también ha hecho un día este juramento durante su
creación de alejarse de la Fuente y de volver a la Fuente, de fusionarse a
ella. En vuestra linealidad del tiempo hay períodos particulares, períodos
propicios a la revelación de vuestra Luz, a la revelación completa de quienes
son ustedes. Así, no se dejen nunca invadir por el estrépito del mundo, no se
dejen nunca desviar de lo que ustedes
son, de la Luz que está en ustedes, de la Luz que les corresponde irradiar, del
amor que son que les conviene liberar a todo lo que viene a vuestro encuentro.
No deben separar, no deben juzgar, eso ha sido dicho numerosas veces cuando mi
hijo ha pisado esta Tierra. Deben amar más allá de las apariencias, deben amar
más allá de lo que vuestro mental quiere decirles, deben amar más allá de las
emociones que muy a menudo guían vuestros pasos y vuestra vida.
El Amor es ser, el Amor es Unidad, el Amor es perdón,
el Amor es trascendencia, el Amor es ausencia de juicio, el Amor es
reunificación a la Fuente. Ustedes son Amor. El alma que los anima aspira a ese
regreso a la Luz. La personalidad que han revestido puede llevarlos a seguir
los caminos desviados, eso no tiene ninguna importancia puesto que más allá de
vuestras experiencias temporales permanece en ustedes el soplo de vuestra
eternidad, la certeza de vuestra eternidad. La vida pasa, las experiencias
pasan pero el amor permanece. Les corresponde en esta época que vive vuestro
planeta dejar transparentar vuestra Luz. Algunas experiencias que viven los
unos y los otros y que ustedes se preparan para vivir son experiencias
inesperadas para permitirles revelar la Luz que son. Estén también seguros,
queridos hijos, que a cada soplo que los lleva en esta encarnación ustedes son
guiados, son acompañados. O nunca jamás están solos como querría a veces
hacerles creer vuestra personalidad. De todos los tiempos, ustedes están
respaldados, sostenidos, guiados en vuestras marchas. Solo el oscurecimiento de
la Luz puede hacerles creer que están aislados, que están solos, que están
privados de amor. Pero no tienen que encontrar el amor, ustedes son amor. Yo
vengo por mi presencia, mi resplandor, mis palabras, a decirles una vez más la
certeza que debe ser la vuestra, no en las circunstancias felices o infelices
de vuestra vida o de vuestras experiencias, sino la certeza que debe ser la
vuestra en vuestra Unidad y en vuestra Divinidad. Mis bien amados, más que
nunca es importante encontrar la esencia de lo que son, la esencia de vuestro
centro. Más que nunca se les pide hacer un esfuerzo y abrir vuestro templo
interior a la divina presencia. El soplo del Espíritu golpea a vuestra puerta,
el soplo del Espíritu se abate sobre la Tierra como una gran nube fecundante.
Este soplo no es destrucción. Este soplo es llamado y recuerdo de la promesa de
la Luz. Es conveniente más que nunca estar a la escucha a nivel del corazón y
no a nivel de lo que sucede al exterior puesto que eso no hace más que pasar y
no durará. Por el contrario vuestra eternidad, ella, es la joya suprema que
permite y que sus-tiende los mundos, los universos. Es un tiempo para la
experiencia y eso muchos de ustedes lo han vivido, de alma en alma, de cuerpo
en cuerpo, yo he dicho bien de alma en alma. Pero más allá de todo eso, más
allá de esos juegos de encarnación, ustedes son Espíritu, son soplo de verdad.
A algunos momentos precisos del reloj cósmico está permitido a la mayoría de
las almas en encarnación en las dimensiones pesadas de poder aligerarse, de
poder encontrar la alegría inefable del regreso a la casa, la alegría inefable
de encontrar lo que se es en totalidad. Y ustedes ya están al umbral de un año nuevo en vuestro tiempo
lineal que es también un umbral hacia otro espacio, hacia otra realidad de
vida, una realidad de conciencia que está mucho más allá de vuestras
esperanzas, y de vuestras esperanzas más locas. ¿Qué hacer para llegar a eso?
Simplemente, mis queridos hijos, abrir vuestro templo interior a vuestra
dimensión esencial, a vuestra dimensión Crística, a vuestra dimensión divina.
El soplo de Dios viene a golpear a la puerta de vuestro ser. ¿Lo sienten? ¿Lo
presienten? Sea por la alegría, sea por algunos miedos, sea por algunos pesos,
les corresponde sin embargo abrir grande las puertas de vuestro corazón. No
tengan temor, yo estaré a vuestros costados, individualmente, para cada alma
que hará el pedido. Vendré también personalmente, en el momento oportuno, a
informarles por una locución interior, por un sentido interior que el momento ha llegado de acoger el soplo del espíritu
en totalidad. Desvíense del estrépito del mundo, de lo que hace vuestros
problemas cotidianos. Diríjanse con firmeza hacia vuestra Divinidad, diríjanse
con certeza, no olviden nunca que una promesa ha sido hecha. Esta promesa es la
que los ha seguido en vuestras peregrinaciones, en vuestras encarnaciones en
esta dimensión tan pesada donde todo es división, donde todo es separación.
Estas experiencias han sido útiles para la fortificación de vuestras almas. Se
volverán más ricos de experiencias vividas, felices como infelices, alegres
como tristes pero eso no tiene ninguna importancia. Todo eso pasa y fallece.
Solo permanece la promesa de vuestra Divinidad. Mis bien amados, yo les pido,
en este período que se anuncia, de acoger totalmente lo que son, de mirarse con
rectitud y precisión y sobre todo con verdad. No se juzguen tampoco. Vuestras
experiencias no son ustedes. Los acontecimientos que sobrevienen son solo las
tramas de acciones y reacciones. Más allá de estos mundos de acciones y
reacciones existen los mundos de pura Luz. Ustedes están, mis bien amados, en
este umbral. Solo depende de ustedes abrir la puerta. Solo depende de ustedes
aceptar, encender totalmente la Luz que son. Para eso no hay necesidad de cosas
complicadas. Hay necesidad simplemente de escuchar su corazón y de aceptar
abrir su corazón. Recuerden no están nunca solos. En los momentos de peor
soledad, en los momentos de desesperación, como en los momentos intensos de
alegría, cualquiera sea la Fuente de esta alegría, nosotros estamos ahí,
atentos a vuestros llamados, atentos a vuestras oraciones. Sólo esperamos una
sola cosa, es la apertura a vuestra Divinidad, ir más allá de lo que es llamado
el despertar para ir hacia la plena realización de vuestra Divinidad.
Mis bien amados, he aquí algunas palabras que quería
liberarles. Una vez más reciban mi amor de madre y toda mi bendición. Ustedes
son hijos de la Unidad, hijos de la Luz, hijos de la Fuente, Luz y Fuente
ustedes mismos. Sean bendecidos, yo los amo y les digo hasta muy pronto.
Traducción:
Amparo Iribas
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