Traducción: Amparo Iribas
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PHILIPPE DE LYON
28 agosto 2012
Yo soy el Maestro PHILIPPE DE LYON,
Hermanos y Hermanas encarnados, les presento mi Paz y acojo vuestra Gracia. Yo
me presento a ustedes como Melquizedec de la Tierra y comenzaré mi intervención
por estas palabras: “Lo que viene de la carne, pertenece y vuelve a la carne.
Lo que viene del Espíritu, vuelve al Espíritu”. Sobre esta Tierra, donde
ustedes están presentes, se me pidió de expresarles algunas nociones que
apuntan, en estos tiempos, a situarlos, a colocarlos y a reconocerlos, dentro
del Amor y de cuál Amor. Para las comodidades de mi exposición, hablaré de amor
de los hombres, de Amor del CRISTO (o Principio Solar) y finalmente, del Amor
Absoluto. Más allá de lo que puede ser transmitido por esta palabra, más allá
de la Conciencia que lo realza, todo Amor presente sobre esta Tierra será
calificado (de manera espontánea, natural y, yo diría, obligatoria), o en
función de la experiencia que ustedes han tenido, o en función de vuestras
creencias, o en función de un ideal y o, justamente, este amor que no puede ser
más definido ni en sí, ni al exterior de sí.
La personalización del amor
concierne, desde luego, el amor de los hombres y el Amor del CRISTO. La
particularidad de este amor, cualesquiera sean la expresión y la manifestación,
será, de manera indisoluble, unida a la experiencia, a la Fe, al ideal, a lo
vivido. Este amor se expresará a través de la carne, a través de un ideal o de
una creencia. Es por tanto, de manera lógica, portador de algunas cualidades y
yo diría incluso de una cierta cantidad. Durante mi última encarnación, yo
consagraba un Amor sin falla al CRISTO. Era pues un ideal de Espíritu. Esta
tensión hacia él me llevó muy rápido a comprender el sentido de sus palabras,
concerniente al Amor, que le han sido atribuidas. Y todo a lo largo de mi vida
a manifestar esta frase esencial: “Amaos los Unos a los Otros como yo os he
Amado”.
Más allá del ideal, mi memoria de
vida en la encarnación, sin entrar en los detalles, me permitió, más allá del
ideal, de concientizar algunas experiencias pasadas: “Amaos los Unos a los
Otros como yo os he Amado”, llama a una pregunta: ¿Cómo el CRISTO nos ha amado?
Más allá de toda pelea partidista, más allá de toda religión, ¿cuál es la
particularidad de este Amor? Cualquiera sea la manera que se lo quiera definir
o situar, cualesquiera sean los calificativos aplicados a la palabra Amor (sea
ilimitado, incondicional, divino, espiritual), ¿qué hacía pues de más, qué
manifestaba pues de más, este Principio Crístico, que el común de los mortales,
más allá de la creencia en CRISTO, o no, de una manera adecuada o inadecuada,
intentaba expresar? La respuesta, más allá de mi memoria, me mostró que la
mejor manera de Amar, como él nos había Amado, era pues volverse Él.
Volverse Él, más allá de la
imitación y de la comprensión, se traduce, en esta encarnación, como la
evidencia de la noción de servicio y de abnegación. Había que resolver esta
paradoja que, en aquel entonces, fue una para mí. Cuando el Principio Crístico
o cuando uno de mis Hermanos o Hermanas orientales, con las palabras en efecto
diferentes, dicen y afirman: “Yo y mi Padre Somos Uno”, o aún: “Lo que vosotros
hagáis al más pequeño de vosotros, es a mí que lo hacéis”. A ese nivel se sitúa
un misterio que la razón no puede ni comprender ni incluso aprehender, más allá
de toda teología y de toda fe. Existe pues en el hombre, una posibilidad, esta
posibilidad que es la de vivir en Unidad con el Padre o la Fuente. Esta
posibilidad de vivir lo que es llamado la No separatividad y de vivir,
efectivamente, más allá de toda creencia o toda adhesión, el Principio de
Unidad expresado a través de todas las formas y todas las Conciencias
encarnadas sobre esta Tierra. Desde luego, esto es un inmenso desafío porque,
desde el instante donde ustedes se acercan, desde el instante donde ustedes dan
a mostrar, por vuestra vida, que ese estilo de Amor está ahí, muy rápido las
circunstancias de vuestra vida hacen que lo que se opone en un primer tiempo, a
lo que ustedes establecen, va a intensificarse. El amor de los hombres como el
Amor del CRISTO, necesita una forma de borrado que va mucho más allá del
sentido del servicio y de la abnegación. Este borrado les hace plantear, al
interior de ustedes, un principio. Este principio, yo lo he, allí también,
enunciado claramente en mi última vida. Cuando se me preguntaba cómo podía
curar de esa manera, yo respondía inevitablemente: “Es porque yo soy el más
pequeño entre ustedes”. Y la respuesta está, efectivamente, a ese nivel.
En las enseñanzas y preceptos que
les son dados, por los Ancianos como las Estrellas, ustedes lo han notado, vuelven
siempre Cuatro Pilares a nivel del Corazón: La Humildad y la Simplicidad, la
Transparencia y la Infancia. Eso quiere decir que cualquiera sea lo vivido,
cualesquiera sean vuestras experiencias, cualquiera sea vuestro acercamiento
Vibratorio, intelectual o incluso simplemente de la fe más lograda, somos todos
confrontados en un momento dado, a lo que yo llamaría un principio de realidad,
que está omnipresente en esta Tierra, todavía por el instante, que es, desde
luego, la competición y la depredación. ¿Cómo lo que los sentidos dan por
vivir, lo que la razón da por experimentar, donde el amor queda un ideal que
puede ser encontrado en el otro (aunque fuera una compañera, o un compañero,
aunque fuera el CRISTO), puede encontrar que existe a pesar, precisamente, de
lo que es dado a percibir como competición o depredación?
La verdadera única manera de
conseguirlo no puede ser, en ningún caso, una ascesis, no puede ser, en ningún
caso, considerada como una ley que, si ella está seguida en función de sus
propios conceptos, va a permitir vivir este Amor. Hay que admitir que el amor
de los hombres es, ante todo, condicionado y condicionante, por lo vivido de
cada uno. Y ustedes saben muy bien que, incluso en lo que concierne el Amor del
CRISTO, cada uno va a idealizar una vida (que no ha conocido) a través de los
escritos e incluso para algunos, como fue el caso para mí, a través de algunas
memorias. Cualquiera sea el modo de dirigirse hacia este Amor, sea por ideal,
sea por experiencia, sea por reminiscencia, un día u otro, ustedes no podrán
más que hacer la conclusión siguiente: ocurre que este amor, por definición, es
siempre condicionado, condicionante.
En vuestra época, el ideal ha sido
llamado amor incondicional, amor Vibral, amor Luz. Se les dio además para tener
en cuenta, largamente y ante todo, que la conciencia era Vibración y que el
auténtico amor no podía expresarse más que si estaban presentes, en ustedes, la
Corona Radiante del Corazón, el Fuego del Corazón, en resonancia pues, aquí
también, con los aspectos de percepción Vibratoria. Les fue dado también,
durante estos años, un cierto número de elementos, por lo que había sido
llamado la respuesta del corazón, el switch de la Conciencia, y más
recientemente, el Manto Azul de la Gracia y la Onda de Vida, que les dieron a
vivir o a acercar un Amor que está mucho más allá de toda forma, más allá de
todo concepto, de toda experiencia y, yo diría incluso, de todo humanismo. El
que vive este Amor (y yo no volveré sobre esto), ustedes tienen, yo diría, un
preceptor admirable que es BIDI.
La libertad del hombre, en esta
carne que es prisión, va a ser simplemente un libre arbitrio permitiéndole
definirse, establecerse y manifestar el amor de los hombres, el Amor del CRISTO
o el Amor Absoluto. Existe una especie no de jerarquía, sino de gradación,
yendo del más condicionado y condicionante, al más Libre. El amor llevado sobre
un objeto (y entiendo por objeto, una forma consciente, sea un humano, sea un
hobby, sea un hijo o un pariente), es, por esencia y por naturaleza,
condicionado por la experiencia misma, por el pasado mismo. Estas experiencias
y esas vivencias condicionantes van a representar, cualquiera sea, feliz o
infeliz, los límites y los marcos, en la expresión de vuestro amor, en la
manifestación de vuestro amor, la vida les da a vivir muy precisamente lo que
ustedes han creado o lo que ustedes piensan haber pasado. Existen por tanto,
las condiciones y un contingente de este tipo de amor, porque él se inscribe
(que ustedes lo quieran o no, que haya un lazo de espíritu o no, incluso si no
hay hablando con propiedad relación física) en la carne.
La pregunta que me hice, y
cualquiera sea el amor que yo pudo llevar (tanto a los que curaba como a mi
esposa), fue de saber si aquel amor permitía tener una puerta de acceso, a la
vez al Amor del CRISTO y a la vez al Amor Absoluto. El conjunto de las
religiones y de los sistemas filosóficos y espirituales, todos, salvo raras
excepciones, van a hablarles de este amor, bajo una forma o bajo otra,
invitándolos a llevar vuestra Atención, vuestra Conciencia, sobre los modos de
comportarse y de manifestar el amor, con el fin de llegar a algo que, según los
lugares, puede ser llamado el Nirvana, el Cielo o, en todo caso, el Espíritu.
No existen muchos modos de pasar del amor de los hombres, al Amor del CRISTO y
al Amor Absoluto. Y esto, yo lo resumí en esta frase que les he dado.
Aceptar desaparecer, aceptar de no
ser nada más, borrarse completamente, con el fin de dejar todo el sitio al Principio
Solar, a fin de que pueda, un día, vivirse este Amor Absoluto. Vivir el Amor
Absoluto, es hacer cesar toda condición, no por un deseo, no por una voluntad,
sino el momento donde hay una especie de rendición, de capitulación, a la
voluntad incluso de Amar. Esta capitulación no es un rechazo del amor humano y
todavía menos del CRISTO, sino una madurez que los hace comprender, en el
espacio de un instante, que cualquiera sea este amor que ustedes llevan,
cualquiera sea la empatía, la compasión y el carisma que ustedes puedan
manifestar, por vuestra naturaleza incluso o por un ideal llevado, que
cualquiera sea vuestra tensión hacia el CRISTO y si ustedes miran
razonablemente en Occidente, sin incluso hablar de religión, el número de
personas que tienden, en ideal, hacia el CRISTO y que son los que son capaces
de manifestar el CRISTO: que eso sea según un modo antiguo por los estigmas,
que eso sea por los milagros, que eso sea por identificación total, son
efectivamente muy poco numerosas.
¿Qué es lo que diferencia pues esos
seres, poco numerosos, del conjunto de todos los humanos dirigidos no obstante
hacia el mismo ideal, la misma Fe o la misma creencia? Y bien es simplemente la
capacidad, más allá de la voluntad, para desaparecer. Eso les ha sido expresado
en otros términos, pero con el mismo sentido, por algunas Estrellas. La
voluntad de actuar y la voluntad de ajustarse a un ideal, de aplicar las reglas
dadas por este ideal, en Vuestra vida, es una etapa pero no puede nunca bastar.
El Amor del Cristo, del Doble, el Amor Marial o el Amor de todo Anciano, de
toda Estrella o de todo ser perteneciente a los Mundos unificados y Libres, (de
la misma manera se realiza con ustedes a través de lo que ha sido dado, en las
experiencias de Comunión y las que siguen), no puede realizarse más que si lo
que ustedes son, en el espacio de un instante, no existe más. Este aprendizaje
de las diferentes formas de Comunión (y los que siguen: Fusión, Disolución), solo
es posible (y ustedes se dan cuenta cada vez más a menudo) en los momentos
donde, precisamente, ustedes no existen más como persona. Los momentos donde no
existen más como persona, son desde luego los momentos donde duermen, los
momentos donde desaparecen y donde lo que ustedes viven no puede ser
referenciado a nada vivido, a ninguna anterioridad, a ninguna comparación. En
los momentos desde luego donde lo que es nombrado el mental, cesa su acción
preponderante.
El Amor del CRISTO desemboca en el
Amor Absoluto, desde el instante donde el CRISTO no es solamente un ideal, sino
donde ese Principio Solar se vuelve lo que había sido nombrado por HILDEGARDE:
esta tensión hacia el Abandono. Es efectivamente el momento donde ustedes
reconocen, por una especie de madurez, que no hay nada que buscar, que no hay
nada que esperar, que no hay nada que pedir, que no hay nada que dar, que no
hay nada que servir. Es el momento, como yo lo decía, donde ustedes capitulan a
todo ideal, a todo elemento exterior. Es el momento donde, final y realmente,
ustedes toman conciencia, Abandonándola, precisamente, que el mundo, el
universo y todo lo que no les es sensible, no está al exterior de ustedes, sino
en ustedes. Ver eso y vivir eso, es efectivamente desaparecer de toda ilusión. El
paso a dar, nombrado Puerta Estrecha, Puerta OD, que como Melquizedec de la
Tierra yo llevo (como ANA, Madre de MARIA y Estrella OD), nos ha permitido
quizá, no como un rechazo de la carne pero más bien aceptando, precisamente,
esta debilidad de la carne, su falibilidad, su insuficiencia, nos han
permitido, en un momento, olvidarnos. Y es en este olvido, en esta
desaparición, que se encuentra la Humildad y la Simplicidad. Y es en esta desaparición
que ustedes renacen en CRISTO y en Absoluto. Aceptar ver, aceptar comprender y
pues vivirlo, por un mecanismo que yo nombré madurez, que toda búsqueda, toda
investigación, no hace más que alejarlos de vuestro objetivo: aceptar eso hace
desaparecer incluso, el camino y la búsqueda.
El Amor Absoluto no es nada más que
realizar, más allá de toda voluntad y de todo ideal, que lo que ustedes buscan,
precisamente, a través de esta carne o de este ideal, está de toda Eternidad,
presente, aquí. La linealidad del tiempo que podía afectarlos, no los afecta
más. Es en ese momento que, para los místicos, en el pasado, la envoltura del
Corazón era rota, poniendo fin a la ilusión, o por el Principio Crístico, o por
el Principio Micaélico, u, hoy y desde más de un año por la Impulsión
Metatrónica que abre la puerta KI-RIS-TI.
Así pues, aceptar, en Conciencia,
desaparecer, de sí mismo, de toda veleidad de acción de Bien, implica una
especie de resolución y de relajamiento de la carne y del espíritu, que revela
la esencia misma de lo que somos: Amor. Realizando esto, no hay más nada que
demostrar, no hay más nada que proyectar, no hay más nada que querer. Eso pasa
por una madurez. Esta madurez no está ligada a la edad ni incluso a la
ancianidad de las encarnaciones: es, yo diría, una actitud de Espíritu que
acepta, en efecto, hacer y decir como el CRISTO: “Padre, entrego mi Espíritu
entre tus manos”. Dese luego, no hay manos. Desde luego, Padre, en el lenguaje
occidental hoy, está muy lejos del sentido original que era ABBA.
Lo que se produce, al momento de la
madurez, sobreviene generalmente al final de un sentimiento de abandono, de un
sentimiento “de para qué”, que sobreviene, generalmente, dentro de un amor de
los hombres como de un Amor del CRISTO (o Principio Solar, si la palabra les
molesta). En un momento de lucidez donde la Conciencia misma se mira ella misma
como actuando, como operando y viendo que esta acción, estas acciones y estas
operaciones, no conducen, en definitiva, a ninguna parte. Eso no cuestiona lo
vivido inicial. Eso no cuestiona lo vivido del Servicio. Eso no cuestiona las
virtudes del Amor CRISTO, sino, viene, en efecto, a transmutarlas con una
iluminación totalmente nueva, que no depende más justamente de ningún concepto,
ningún ideal y de ninguna carne, ni de ninguna lógica, en sentido humano.
La Liberación de la Tierra y
Vuestra Libertad pasan inevitablemente por el recuerdo, la reminiscencia, de lo
que ha sido llamado, por ABBA, la Fuente misma, el Juramento y la Promesa. Es
el momento fulgurante donde ustedes toman realmente conciencia, por madurez,
que no son nada, aquí, sobre esta Tierra, pero que son Todo, en Espíritu. Es no
cabe duda, efectivamente, una capitulación una rendición, sin ninguna
condición, de todos los estatus anteriores, de todos los conocimientos
anteriores y de todas las experiencias anteriores. Como eso les ha sido ya
expresado, numerosas veces: solo ustedes pueden hacer esta transmutación, solo
ustedes pueden atravesar la Puerta, sólo ustedes pueden renunciar. El recuerdo
del Juramento y de la Promesa (sea a nivel de los signos del Cielo y de la
Tierra, sea a nivel de vuestros signos Vibratorios, sea en vuestras
interrogaciones), ese Pasaje que no es uno, es indispensable, no como una
probación, no como un examen de Pasaje de lo que fuera, sino, más bien, como el
momento donde ustedes cesan de buscar sea lo que fuere y donde descubren que
Todo está allí. Es en ese momento que el Fuego Micaélico, Metatrónico y, más
recientemente, la Onda de Vida y el Manto Azul de la Gracia, ponen fin a la
ilusión, a la separación y a la condición, cualquiera sea esta condición.
El Amor Absoluto no es un Amor que
sería imaginado, idealizado, llevado al conjunto de lo creado y de lo increado.
No es tampoco, solamente, el fin de la separación que, aparece desde el
instante donde el Amor CRISTO es ideal o idealizado. Es esta noción de
desaparición y de madurez que sobreviene y sobrevendrá, inevitablemente, que
sobreviene individualmente, en un momento dado, y que sobreviene,
inevitablemente, en este fin de ciclo que ustedes viven. Mientras que el amor
sea considerado como debiendo ser dirigido y manifestado hacia un exterior
(objeto, conciencia, forma, humana o no), mientras que exista un ideal dirigido
aquí también hacia el exterior (aunque sea el CRISTO), y bien, paradójicamente,
esta exteriorización y esta manifestación (incluso bajo forma de altruismo, de
carisma, de compasión y de empatía) no hace más que alejarlos del Amor
Absoluto.
El Amor Absoluto no es una búsqueda,
todavía menos un nivel que subir, sino representa más esta madurez y esta
capitulación de lo efímero, de la carne y de la proyección. Desde luego,
nuestros Hermanos y Hermanas orientales han puesto delante la meditación y sus
diferentes formas. La meditación tiene por objeto, finalmente, permitirles
concientizar, que ustedes no son ni este cuerpo, ni lo que anima este cuerpo
como emoción y mental, y les permite, finalmente, hacer salir al que observa.
Ir más allá del que observa, es, justamente, no moverse más, es justamente no
querer comprender más ni apropiarse de lo que sea, es por tanto, como yo lo
dije, esta especie de capitulación, de rendición sin condición, que desemboca
sobre el Amor Absoluto, o si ustedes prefieren, la Morada de Paz Suprema. Esta
Morada de Paz Suprema solo viene por otra parte, de lo que ustedes Son, más
allá de la identidad.
El Amor Absoluto no se decreta, no
se busca. Depende justamente, si se puede decir, de la desaparición de todas las
condiciones previas, vividas, poseídas o idealizadas. Es en esta especie de lo
que la personalidad podría llamar la Nada, que se encuentra lo Pleno. Esto
confirma lo que he dicho, en mi última encarnación: “es porque yo era el más
pequeño que los milagros se realizaban”. No era, ni yo, ni mi voluntad, ni la
acción directa sobre algo exterior (llamado otro Hermano u otro ser humano). Es
no cabe duda, realmente, lo que yo llamaría, a falta de un mejor término, la
interiorización de esta Conciencia que me
aparecía en una forma exterior, que yo podía vivir la realidad Última: Que el
que yo curaba, que aquel al que yo llevaba mi afecto, mi interés, mi Amor, era
yo. No como una creencia, no como un ideal, sino como la íntima verdad.
Las experiencias que nuestros
Planos les han permitido vivir, quizá, no tienen más que un objetivo y uno
solo: más allá del Llamado de MARIA, más allá del contacto con tal Anciano, tal
Estrella o tal Arcángel, es no cabe duda efectivamente hacerles descubrir la
Verdad, lo que no sufre ninguna condición y ningún límite. Y eso pasa en esta
carne que ustedes habitan, que ustedes nombren esta carne, Templo (pero les
recuerdo que un Templo no es nada si está vacío), que ustedes llamen este
cuerpo bolsa, no tiene, en definitiva, ninguna especie de importancia porque
uno como lo otro, en el momento de la madurez, van a hacerles aparecer lo que
ustedes Son, más allá de toda proyección y de todo ideal. Ustedes reconocen, a
través de lo que yo completo hoy, lo que les fue dicho por otros Ancianos,
desde hace muchos meses, ahora. En
definitiva, y en estos tiempos de Revelación, la pregunta que debería ocurrírseles
no es aquella de un eventual porvenir relacionado con la Ascensión, sino, más
bien, en el instante presente, despejado de toda espera, despejado de toda
esperanza y de toda proyección: “¿quién soy yo, y qué soy yo?”. No en mis
actos, en mis acciones y en mi vida, sino más bien fundamentalmente, mucho más
íntimamente, más allá de toda apariencia, más allá incluso de esta forma, (que
yo lo llame una bolsa o un templo), más allá de toda creencia, más allá de toda
carne: “¿quién está ahí?”. Los elementos de respuesta les han sido dado por las
Puertas y las Estrellas, estructuras Vibratorias, por el Manto Azul de la
Gracia y por el Canal Marial. Esta pregunta, si por el proceso de la madurez
los conduce al renunciamiento real, y no fingido, les revela, entonces, el
Último, el Amor Absoluto. El Amor Absoluto es mucho más que el amor
incondicional e incondicionado, es, muy exactamente, encontrarse con lo que
nosotros somos, en Eternidad, más allá de la carne y más allá incluso del
Espíritu, más allá de todo principio de identidad y de identificación, de toda
Comunión, de toda Fusión o Disolución, igual que todo Doble. Eso ha sido
expresado también por el bien amado Juan o SRI AUROBINDO, concerniente la
distinción entre Interior y Exterior. Eso ha sido expresado también, de otra
manera, por NO OJOS, concerniente esta Visión del Corazón que no le importan
los ojos.
La única verdadera Libertad está
ahí. Todo el resto no representa más que apariencias de Libertad, que ustedes
las nombren camino, que las nombren Libre Arbitrio, evolución, iniciación. El
conjunto de esos elementos no son más que ilusiones, que están aquí, en
definitiva, solo para permitirles esperar el tiempo de la madurez y del
renunciamiento. Eso no es una meditación, eso no es una iniciación o un ejercicio,
cualquiera sea, sino es justamente, el momento donde la madurez, con una
agudeza inigualada, les hace soltar la totalidad de lo que ustedes creen haber
mantenido y haber tenido. El regreso de la Luz, total y completo, está
destinado, si ustedes lo aceptan, a permitirles ser este Amor Absoluto, que no
depende de ninguna causa, de ningún efecto, de ninguna circunstancia y sobre
todo de ninguna condición. Es por tanto a ustedes que les corresponde mirar
atentamente, más allá de vuestros signos Interiores, más allá de los signos del
Cielo y de la Tierra, más allá de toda espera, de toda esperanza, de situarse
enteramente en ese famoso instante presente del Aquí y Ahora, que no depende de
ninguna causa, de ningún mañana, que, más allá del observador o del testigo,
más allá del ideal CRISTO, va a romper el encierro. Esta ruptura les permite
definirse entre un antes y un después. Es la Resurrección. El Amor Absoluto, igual
que el Absoluto, no puede ser puesto en forma, ni incluso explicado. Eso forma
parte de lo que es vivido, o no, incluso si los efectos son traducibles y
explicables. Pero este explicable, por el hecho de que es la personalidad que
lo expresa, le será necesariamente condicionado por lo vivido anterior, incluso
si éste es trascendido.
Un Absoluto con forma cuya cultura
es oriental, no tendrá la misma expresión en un sufí que en un occidental, pero
lo vivido más allá de la experiencia es estrictamente lo mismo. Solo cuando eso
es conceptualizado y puesto en palabras o en ideas, la diferencia aparece. El
fin de la identidad, como persona, pone fin a la preeminencia del amor de los
hombres y del amor del CRISTO. Solo el Amor Absoluto, que, otra vez, no es ni
condicionado, ni condicionante, se vuelve, no la expresión, sino el estado
normal del ser que lo vive. Este estado normal no llama a ningún esfuerzo,
ninguna voluntad, ninguna dualidad, transformando lo que podía ser vivido, en
el seno del Sí, como Fluidez o Sincronicidad, reemplazándolo por la Gracia y la
Paz Suprema. Este Abandono del Sí, este renunciamiento, tal como yo se los
presenté, no es, en ningún caso, un abandono de la vida, sino es justamente, al
fin, ser en Vida. Salir de los condicionamientos del amor y de los traumatismos
del amor de los hombres, llama a ser y a vivir esta madurez, en un momento dado
o en otro. Y eso es solo cuando hay capitulación (como por ejemplo se los
describió nuestro Hermano Anciano UN AMIGO o incluso HERMANO K), es cuando
ustedes llegan, de algún modo, a ese Choque de la Humanidad, que pone en juego,
de manera formal, el pronóstico vital del individuo y del colectivo humano, que
se realiza esta madurez, de la manera más natural.
Lo que es considerado como imposible,
(mientras la personalidad existe), volviéndose posible por los hechos
mostrados, vistos y vividos, puede vivirse como Última posibilidad: el Abandono
del Sí. Esta fecha no es un fin, si no es el fin de la conciencia separada, fin
de un Ciclo a nivel colectivo y aún no lo que ustedes podrían llamar, del punto
de vista de la personalidad, el fin del mundo, sino el Último Llamado y Última
advertencia. Esto corresponde a vuestra cita con MARIA y el Arcángel MIGUEL
(ndr: ver en particular, las intervenciones de MARIA del 21 agosto 2012 y del
MIGUEL del 18 agosto 2012). Vean más allá de lo que vuestros ojos de la persona
querrán ver. Penetren la esencia de lo vivido y no simplemente el aspecto
aparente de lo que viene del Cielo o de lo que viene de la Tierra. Yo los
remito (y terminaré esto) a esta frase que el Comendador (ndr: Omraam Mikael
AIVANHOV) ha empleado ampliamente y que vendrá a percutirlos de manera
ineluctable: “lo que la oruga llama la muerte, la mariposa lo llama
nacimiento”.
Lo que ustedes están llamados a
manifestar, durante este período, lo que ustedes están llamados a vivir,
representa, para cada uno de ustedes, la mejor de las oportunidades, cualquiera
sea lo que la vida ha decidido manifestar para ustedes. Vean más allá del
simple hecho, de la simple explicación. Allí se sitúa la posibilidad de vuestra
Resurrección. Vivir esto con una serenidad y una Paz que permitirá no ser, de cualquier manera, desestabilizado. Yo diría:
asiéntense ustedes, en ustedes, frente a ustedes. Véanse claramente, sin hacer
trampas. Yo no les pido un examen de conciencia sino simplemente el hecho de
ser Lúcido, porque la Lucidez participa en la madurez. Si hay, en ustedes
preguntas específicas de mis palabras de hoy, entonces, Hermanos y Hermanas,
los escucho.
No tenemos preguntas, le agradecemos.
Hermanos y Hermanas, aquí, por mi posición de Melquizedec de la
Tierra, vivamos juntos un instante de Gracia y de Silencio, en la Conciencia de
la Disolución, si ustedes lo quieren bien, cerrando vuestros ojos…
… Compartiendo el Don de la Gracia…
Yo saludo, en ustedes, vuestra
Presencia. Y les digo hasta una próxima vez.